miércoles, 24 de octubre de 2018

La primera San Miguel de Tucumán en Ibatín
 Mientras que en la región del noroeste argentino se estaban llevando a cabo fundaciones de ciudades, las disputas entre los distintos sectores Europeos por la jurisdicción de los territorios a conquistar continuaban en curso.
Francisco Aguirre fue nombrado gobernador, siendo así el primero que ocupó este cargo. Cabe destacar que de allí en más los gobernadores del Tucumán fueron nombrados por el rey, en algunas ocasiones por el virrey del Perú. El mandato duraba 5 años y tenia distintas atribuciones, representando la mayor autoridad judicial en lo civil y criminal. También los gobernadores ejercían funciones militares, delimitaban las extensiones de las ciudades de las ciudades y tierra a poblar, nombraban a los miembros del cabildo, estaban preparados para repartir los solares entre los vecinos y repartir encomiendas.
El gobernador Francisco Aguirre encomendó a su sobrino, Diego de Villarroel, que fundara una nueva ciudad. El 31 de mayo de 1565, con el nacimiento de San Miguel de Tucumán y Nueva Tierra de Promisión, en este sitio que los originarios denominaban Ibatín, junto al río Pueblo Viejo que baja por la quebrada del Portugués, al sudoeste del actual ciudad de Monteros. La ciudad de San Miguel se mantuvo durante más de un siglo.
San Miguel fue la segunda ciudad formada en la gobernación del Tucumán y cumplía con el tan ansiado propósito de los españoles de establecer una ruta directa desde el Potosí hasta el Atlántico.
Para los nuevos conquistadores la fundación del Ibatín significaba la posibilidad de adquirir riquezas que habían venido a buscar en américa y que en la región del Perú les había sido difícil de conseguir.
La fundición del Ibatín siguió las instrucciones de la legislación del rey Carlos V, contenida en el "Título Siete de las leyes de India". Así primero se eligió este sitio y luego se repartieron los terrenos. En el acta funcional se señalaba que en el centro de la plaza se cavó un hoyo y en el se puso un "rollo y picota" - Un poste grueso y elevado con cuyas arriba para colgar a los que fueran considerado culpables en algún pleito-. Ese sería el lugar donde se ejecutarían públicamente a quien fuese declarado culpable por algún delito según las normas.
Los vecinos eran aquellos descendientes de los conquistadores y acreedores de los beneficios por su contribución a la conquista y defensa del territorio para la corona.
Como contraparte, las obligaciones de los vecinos eran las de participar en la administración del gobierno, garantizar la doctrina de los indios en el caso de las incomiendas y cumplir con los deberes militares.
Los integrantes del primer cabildo de San Miguel en Ibatín fueron: Pedro de Villalba y Juan Núñez de Guevara como alcaldes ordinarios de 1° y 2° voto, que eran encargados de aplicar justicia civil y criminal en primera instancia. Antonio Berru,  Diego Saldaña, Bartolomé Hernandez, Francisco Díaz Picón, Pedro Lorique y Diego de Vera como regidores y Alonzo Martín del Arroyo como procurador.
Respecto a los cabildos, la historiadora Gabriela Tío Vallejo sintetiza algunas de las características mas importantes, llamando la atención en el carácter híbrido que adquirió en américa, representaban a un grupo privilegiado de los vecinos y, por otro lado, eran unidades administrativas ejecutoras de las decisiones reales e intermediarias entre los funcionarios del rey y los vecinos, y los habitantes de las jurisdicciones. De este modo, algunos de los funcionarios eran electivos y otros comprados.
En relación a la ciudad de Ibatín las características climáticas eran consideradas propias de abundante vegetación, suelos fértiles y por la cercanía a distintos cursos de agua.
San Miguel estaba dividido en 49 manzanas, en el centro estaba ubicada la plaza principal con la iglesia y el cabildo. allí se realizaban distintas celebraciones y festividades entre otros eventos.
En cuanto a la composición étnica estaba principalmente integrada por los pueblos originarios. En un numero mucho menor se encontraban los españoles que se fueron mezclando con la población originaria.
Durante el siglo XVI se construyeron viviendas de quincha con techos de paja. En 1570 se construyó el primer tejar sobre el río El Sauzal. Algunos vecinos comenzaron a usar tejas en la construcción de sus casas, había plantación de arboles frutales y huertas cultivándose viñas, trigo, maíz, cebada, algodón y lino. También había ganado vacuno, ovino equino y mular.
Los indios diaguitas, lules, y tonocotés, repartidos entre San Miguel constituían la mano de obra que trabajaba en todas estas tareas. La población registrada del Tucumán hacia las dos ultimas décadas del siglo XVI era al rededor del medio millón de habitantes.
Entre 1582/83 Pedro Sotelo Navárez contavilizó a 3.000 varones de encomienda: resultando parecido anotó en 1586 Juan Canelas Albarrán con 3.000 indios de servicios. Diez años despues, en 1596, Juan Ramírez de Velazco menciono a 2.000 indios de servicio.
Ibatín, situada cercana a la montaña, estuvo expuesta a los ataques de los originarios de los valle Calchaquies, territorio de los diaguitas. No obstante, mientras los pobladores resistian, tuvieron tiempo de enviar emisarios a solicitar ayuda en la ciudad de Santiago del Estero. Los refuerzos finalmente llegaron y la ciudad logró sobrevivir.
De todos modos, este no seria el ultimo intento de los originarios de resistir al invasor.

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